Opinión05/11/2019

Exigencias

Un total de 15 agrupaciones políticas participará en la elección del próximo domingo para cubrir 9 bancas en la Cámara de Diputados, en representación de la Capital. Es lo que dejaron las primarias del 6 de octubre, de la que participaron 21 agrupaciones; ello significa que seis no alcanzaron el punto y medio de votos que se requiere para tomar parte de las generales.

Este departamento tiene casi 435 mil votantes, de los cuales sólo participa un poco más del 70% cuando de lo que se trata es de construir gobiernos. Casi el piso de ese nivel de participación es lo que se registró en las PASO en la categoría de Diputados en la que el voto en blanco tuvo su peso. Casi un 8% -esto es, un poco más de 24 mil electorales- cumplió su obligación de concurrir a las urnas pero no se pronunció positivamente; sólo el 3.5% hizo lo propio en la categoría a gobernador. 

Estas formas de expresarse no son caprichosas; son consecuentes con un conjunto de factores que van desde la protesta a la incomprensión de las propuestas sobre las que el ciudadano es convocado a pronunciarse. También hay una franja que no considera –y si lo hace es negativamente- que se trata de una representación política que lo contiene o debiera hacerlo.

La variedad de la propuesta para el domingo permite tener opciones entre los extremos del arco político, pasando por aquellos que se ubican en la amplia avenida del centro del pensamiento y otros cuya manifestación a través de eslóganes no dejan traslucir su verdadero posicionamiento. Ello les permite luego pararse donde se sienten cómodos sin que haya por detrás un partido que demande una rendición de cuentas.

Esa es una tendencia que se vino afirmando desde la primera década de este siglo y no es un fenómeno local; ni nacional siquiera. En distintas democracias del mundo, las elecciones se enfrentan a través de los llamados espacios políticos. Son alianzas, coaliciones, frentes o distintas formas colectivas que agrupan –amontonan, en algunos casos- a distintos partidos. De las cinco fórmulas gubernamentales, solo una es sostenida por un partido.

Este décimo proceso electoral de este siglo, quinto para elegir gobiernos,  tiene otra característica. La renovación dirigencial largamente demandada va haciéndose realidad. Muchos nombres ilustres de la política lugareña han desistido de su participación y otros ni siquiera han sido considerados; están los que no han ha atravesado las primarias. Postulantes nuevos han tenido por lejos mejores resultados y están encabezando o integrando listas de candidatos.

Otra cuestión significativa es que hay fuertes coincidencias en el diagnóstico de la situación. Todos hablan de pobreza, desocupación, adicciones, desigualdad, falta de oportunidades, carencias varias. A la hora de las propuestas emergen las diferencias; ni en el mismo espacio han una sola posición.

Los candidatos a diputados, por ejemplo, se bifurcan cuando de lo que se trata es de marcar prioridades o poner el límite entre la acción pública y privada. No faltan las pretensiones corporativas, que sostienen quienes se hartaron desde el llano que lleguen las soluciones a problemas sectoriales.

De la campaña que está finalizando surge que falta trabajo, que no se creará si no hay consumo y no habrá si no hay ingresos. Si no hay consumo ni ingresos no habrá producción y sin producción no habrá trabajo.  

Y todo ello es exigible sino  no habrá paz ni democracia ni futuro. No habrá Provincia.

Salta, 05 de noviembre de 2019

 

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