Opinión Por. Mónica Juárez. 07/10/2025

Ni verde ni maduro

“Ni verde ni maduro.” Así decían los venezolanos antes de que Chávez y luego Maduro llegaran al poder. Era una forma sencilla, popular, de marcar distancia con los extremos. Ni el pasado que ya había fracasado, ni los discursos nuevos que prometían libertad pero traían autoritarismo. Querían equilibrio, querían futuro.

“Ni verde ni maduro.”
Así decían los venezolanos antes de que Chávez y luego Maduro llegaran al poder.
Era una forma sencilla, popular, de marcar distancia con los extremos.
Ni el pasado que ya había fracasado, ni los discursos nuevos que prometían libertad pero traían autoritarismo.
Querían equilibrio, querían futuro.
Y cuando se dieron cuenta, el futuro ya no estaba.

Hoy la Argentina camina por la misma cornisa.
Entre los que dicen venir a cambiarlo todo y los que ya lo cambiaron para peor.
Entre la motosierra que arrasa y el relato que niega.
Entre la bronca de los que gritan libertad, y el cinismo de los que se adueñaron de la palabra “pueblo”.

Nos hablan de una nueva moral mientras estallan casos que huelen a lo mismo de siempre.
Espert, el diputado que se bajó después de quedar vinculado a un empresario acusado de narcotráfico.
PAMI, con sobreprecios tan altos que los lentes para jubilados cuestan como un auto usado.
Valijas, audios filtrados, contratos del caso Libra, medicamentos que no llegan al Garrahan.
La “nueva política” parece haber aprendido rápido las viejas mañas.

Y del otro lado, el espejo del pasado.
El kirchnerismo sigue sumando capítulos a su propio prontuario.
Cristina condenada pero libre,
Alberto Fernández y el escándalo de los seguros truchos,
los bolsos de José López,
la Rosadita,
los sobreprecios de siempre.
Distintos discursos, mismas prácticas.
La corrupción cambió de color, pero no de método.

Mientras tanto, el país real espera.
Los jubilados hacen cuentas con la farmacia,
los docentes siguen de paro por salarios que no alcanzan,
y los que trabajan sienten que todo el esfuerzo termina sosteniendo a los que viven del sistema, no para el sistema.

Estamos otra vez entre extremos que se gritan, pero no escuchan.
Un país rehén de dos polos que se retroalimentan.
Y la gente, cansada, sin opciones que la representen.

Por eso, como aquella frase venezolana,
la Argentina debería decir: ni verde ni maduro.
Ni los discursos vacíos del presente,
ni las nostalgias que ya demostraron su fracaso.

Necesitamos un país que vuelva a poner en el centro los derechos de lo nuestro.
Que priorice la educación, la salud, el trabajo, la producción nacional, la honestidad en la gestión.
Que deje de importar modelos ajenos —de un lado o del otro— y empiece a recuperar el sentido de pertenencia.

Porque la libertad sin justicia es egoísmo.
Y la justicia sin libertad, es hipocresía.
Y entre una cosa y la otra, se nos va la vida, se nos va el país.

La Argentina no necesita ni verdades absolutas ni líderes iluminados.
Necesita decencia, equilibrio y amor propio.
Ni verde, ni maduro:
simplemente a punto, con los derechos de nuestra gente primero.

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