Comprometernos como sociedad en defensa del bien común
Esta semana se llevó a cabo la sesión número 56 del Parlamento del Norte Grande. Los vicegobernadores y legisladores de las 10 provincias de la región nos reunimos en Catamarca para abordar las problemáticas y los desafíos comunes.
Esta semana se llevó a cabo la sesión número 56 del Parlamento del Norte Grande. Los vicegobernadores y legisladores de las 10 provincias de la región nos reunimos en Catamarca para abordar las problemáticas y los desafíos comunes que tenemos por delante: los urgentes y los de mediano y largo plazo.
Esta instancia de integración regional —vale a aclarar— es realizada completamente ad honorem. Las sedes que ofician como anfitrionas van cambiando de provincia en provincia entre sesión y sesión, y cada legislador llega a las reuniones por sus propios medios.
Cada tanto vuelve a imponerse el positivismo frío, el de la razón impermeable a la empatía, el que pone a los números por encima de los seres humanos y sus sociedades. Pero la historia es oscilante. A veces más temprano y otras más tarde, los valores y los principios del humanismo vuelven a imponerse sobre el sentido común que difunden y contagian quienes escriben y manipulan los números. Pasa en la mayoría de los seres humanos que llegan a comprender en algún momento que no hay nada mas preciado en la vida que el tiempo, la salud y los afectos. Pasa en la mayoría de las sociedades que también comprenden que los hospitales, las escuelas, el empleo, los clubes y hasta las iglesias son importantes más allá de lo que representen en términos estrictamente de dinero.
Volviendo al Parlamento del Norte Grande, quiero destacar un tema que abordamos con particular profundidad en esta oportunidad, y que contó con la participación de los ministros y secretarios del área de cada provincia: la cuestión de la seguridad. Las 10 provincias que integramos la región tenemos problemas comunes pero —y es importante remarcarlo— a su vez son muy diferentes a los problemas que tienen en el centro del país.
Es lógico que por ejemplo los riojanos, los jujeños o los correntinos, también los salteños, nos veamos conmocionados cuando miramos en los canales de noticias nacionales repetir en loop las imágenes escabrosas de algún hecho policial o el crecimiento de los índices de violencia en los grandes centros urbanos. Lo que no resulta saludable es que esa realidad a miles de kilómetros termine afectando la psiquis y la vida cotidiana en nuestros pueblos.
No es justo que el bombardeo mediático haga que mucha gente viva innecesariamente con miedo. Desde luego que las 10 provincias del Norte Grande tienen enormes desafíos combatiendo la inseguridad, pero no es cierto que en nuestras ciudades no se pueda salir a la calle tranquilo.
Los ministros y secretarios de seguridad explicaron con claridad cómo se construye la percepción o “la sensación de inseguridad”, a menudo desproporcionada, ya que un solo evento violento o peligroso —incluso a miles de kilómetros— puede generar miedo, incertidumbre y ansiedad, incluso si es aislado y no afecta a la mayoría de las personas. Esta sensación se amplifica y penetra en el sentido común por la cobertura mediática, que al difundir y amplificar los hechos, puede hacer que un incidente parezca más frecuente o amenazante de lo que realmente es, alimentando una sensación de vulnerabilidad y el temor a que el delito se repita.
La inseguridad es un problema grave y urgente, sí. Pero también es un problema que no solo se enfrenta con las fuerzas de seguridad. Es un problema complejo que requiere un abordaje multidisciplinar. De hecho, muchos estudios en todo el mundo han construido un consenso general que vincula de manera directa los fenómenos de violencia e inseguridad con las condiciones de desigualdad y marginalidad en las diferentes sociedades investigadas.
Hay otros problemas que —incluso afectando a millones de personas— necesitan visualizarse en grandes magnitudes para llegar a construir un clima social de indignación y protesta, como el desempleo o la desigualdad por ejemplo. El estallido del 2001 que puso a la gente a protestar en piquetes y cacerolazos por todo el país fue el corolario de una larga paciencia social que resistió el ajuste y la miseria durante mucho tiempo hasta que se hizo completamente insoportable.
Diferente y mucho mejor sin dudas hubiese sido el cambio de siglo en la Argentina si la mayoría de la sociedad hubiese reaccionado a tiempo frente a la entrega de nuestros recursos, las políticas de ajuste, el desempleo, la desindustrialización y el enriquecimiento y la corrupción.
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