Las minorías: La Némesis del Kirchnerismo
El peronismo, como movimiento político, se consolidó como una fuerza dominante en la política argentina durante décadas.
Sin embargo, en la última década, ha perdido terreno, y uno de los factores que podría haber contribuido a ese deterioro es su excesiva ocupación de las minorías resultante de un proteccionismo infundado, junto con la controversia generada por la irracionalidad de la política social y la radicalización de ciertos referentes de esas minorías.
Históricamente, el peronismo ha promovido políticas de inclusión social y ha luchado por los derechos de los trabajadores y los sectores vulnerables. Sin embargo, en su afán último por ocuparse de algunos grupos específicos, descuidó irresponsablemente otras ocupaciones valoradas como significativas por un porcentaje amplio de la ciudadanía. A su vez que la implementación de políticas sociales arbitrarias, la legalización del aborto o la promoción de la ideología de género en la educación, generaron resistencia y división dentro de la sociedad argentina.
El exceso en la expresión de estos sectores en marchas y protestas condujo en muchos casos a actividades extremas, exabruptos y actos públicos de vandalismo que ofenden creencias religiosas y acuerdos sociales. Esto contribuyó a polarizar a la sociedad argentina, creando un clima de permanente confrontación y tensión social. Este creciente proceso de intolerancia, el exaltado fervor en las calles y los discursos de los voceros de la minoría idólatra engendró en la sociedad una percepción de caos y una antipatía que terminó por configurar al Kirchnerismo como el padre de la criatura.
Además, el énfasis excesivo en las políticas de inclusión se ha dado sin regular eficientemente su aplicación en distintas etapas del desarrollo social. Por ejemplo, la falta de un análisis exhaustivo y de auditoria en la concesión de pensiones no contributivas y por discapacidad (muchas fraudulentas) y planes sociales inconsistentes ha generado indignación y terminó por minar la confianza de la sociedad en la capacidad del peronismo para gestionar eficazmente las políticas sociales y económicas.
Desde una definición política el Kirchnerismo, como expresión simplificada y ciertamente rudimentaria del peronismo, intentó en todo momento apropiarse de las causas de las minorías haciéndolas parecer reivindicaciones históricas por ellos lideradas, para luego intentar aplicar la teoría de conjuntos, uniendo las minorías como si fuese una operación algebraica simple y todas estas partes pudieran sencillamente integrar el gran conjunto del kirchnerismo. A modo de ejemplo y, dejando en claro que la enumeración no es taxativa y de ningún modo niega los derechos de los referidos, voy a citar a algunos de los considerados en esta hipótesis: los grupos LGBTI+, discapacidades, delincuentes, presos, adictos, extranjeros, la causa Malvinas, los ex combatientes, la dictadura, los desaparecidos, grupos sesgados de DDHH, el sindicalismo, ONGs financiadas por el estado, periodismo obsecuente, el lenguaje inclusivo, el financiamiento a grupos privilegiados de actores y artistas, la militancia financiada por el estado, el feminismo radicalizado y un largo etcétera.
De lo analizado podemos deducir que el pretendido gran conjunto no pudo ser consolidado en la práctica y como un bumerang se volvió contra su lanzador y gran parte de los argentinos terminó simplemente por aborrecer toda manifestación o referencia de estos sectores. Es decir luchas justas dejaron de tener apoyo popular.
La espada de Damocles, analogía de la amenaza de un peligro, terminó por hundirse en el trono de la reina con la entrega de los honores formales por parte de Cristina Fernández al Virrey Alberto, quien tuvo menos gobierno venturoso que Sancho Panza en la Ínsula Barataria. De esta forma Cristina, que al igual que Néstor, supo ser una respetable líder, terminó víctima de errores propios y, más todavía, de los de su maestro de ceremonias, permitiendo obscenamente que un endeble Sergio Massa pierda holgadamente las elecciones presidenciales , legitimando la entrada sublime al poder del peor candidato posible, el rey loco.
Hoy el peronismo, en el rol de oposición, debe intentar conservar su relevancia y encontrar un equilibrio entre la defensa de los derechos de las minorías y la atención a las preocupaciones más amplias de la sociedad argentina, evitando la radicalización y promoviendo el diálogo y la tolerancia entre diferentes grupos sociales. Para hacer esto último, a juicio propio, se debe encarnar un nuevo y único líder nacional porque a base de historia el peronismo es una construcción vertical y si opta por volverse colegiado y difuso incrementa exponencialmente el riesgo de caer en decadencia.
A pesar de los desafíos que el peronismo enfrenta y los errores de sus conductores, sigue siendo la fuerza política más idónea para revertir las políticas nocivas de los anarco-capitalistas y la extrema derecha mundial. La aparición de figuras como Javier Milei y José Luis Espert y sus respectivos ejércitos virtuales de pseudo-libertarios irracionales, representan una seria amenaza para el tejido social argentino y el constitucionalismo basado en las instituciones y los derechos sociales que fue adoptado por Argentina desde la década del 20, particularmente luego de la constitución de México en 1917.
Los regímenes de control hegemónico imperantes en los países en desarrollo denominados neototalitarios, aunque simplemente copiaron los modelos totalitarios tradicionales, adicionaron aspectos sustantivos muy peligrosos como la desintegración de los valores, la antipatria, la negación de los derechos civiles y el medio ambiente y la subordinación indeclinable a los estados capitalistas del primer mundo. El nuevo populismo liberal pone en duda sin vacilar el valor de la democracia, la paz social y los derechos humanos.
El peronismo, con su larga historia de defensa de los derechos de los trabajadores y su compromiso con la justicia social, sigue siendo la mejor opción para contrarrestar las ideas liberales que ponen en peligro la identidad nacional y el estado de bienestar de la sociedad argentina. A pesar de sus variados desatinos, una perspectiva positiva para el peronismo es su capacidad de reconstrucción y adaptación a los cambios sociales.
El gran desafío a priori es consolidar un movimiento más amplio que sea capaz de diseñar un modelo de desarrollo que combine la justicia social con la eficiencia económica, ofreciendo soluciones realistas y sostenibles a los desafíos económicos y sociales que enfrenta la Argentina. Si sus dirigentes están dispuestos a adaptar los objetivos para abordar los intereses de todos los sectores de la sociedad argentina, mientras en paralelo honran el compromiso ineludible con los derechos de los trabajadores y la justicia social, podría, hipotéticamente, el peronismo fundamental fortalecer su posición como la principal fuerza política del país y recuperar el gobierno prontamente.
Luis Albeza, 23 de Mayo del 2024
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