Opinión Guillermo Martinelli 06/09/2023

Vía blanca electoral

Conforme el cronograma ya se encuentra habilitado el período en el que los partidos y frentes partidarios pueden hacer propaganda electoral lo que, traducido en la ley, es el tiempo en el que las plataformas y proyectos partidarios se dan a conocer para tratar de convencer a los electores sobre la ventaja de votarlos.

Sin embargo, las expresiones pretéritas de las campañas pre elecciones están teñidas más que de propaganda en publicidad electoral, y así tenemos desde pequeños, medianos y gigantes afiches en los que se muestra solo las caras de los candidatos. Igual temperamento se adopta para la publicidad televisiva y radial en la que  muy poco o casi nada, solo slogans, inundan las pantallas y el sonido. Ya no se ven actos de los candidatos en los que los oradores sean una muestra concreta de propuestas porque los pocos actos que se realizan tienen el carácter de concierto musical con el atractivo adicional de sorteos de premios que invitan a concurrir a los electores no tanto por lo que dirán los candidatos sino como un momento de esparcimiento musical y la esperanza de ser favorecidos en el sorteo de importantes  artículos.

La Cámara Electoral Nacional que es la autoridad en este proceso electoral ha dispuesto que los dos debates presidenciales del uno y ocho de octubre en Santiago del Estero y Buenos Aires respectivamente, se desarrolle con dos novedades en el debate: la primera, que los ciudadanos puedan preguntar a los candidatos mediante peguntas dirigidas previamente en forma digital y la segunda que los candidatos puedan interactuar entre ellos. Es un avance para saber algo más concreto sobre las propuestas y también su factibilidad y el efecto que producirán en el país.

Se trata de encontrar mecanismos para que la ciudadanía tenga conocimiento de las propuestas y en consecuencia capacidad de valoración. El temor real es el torneo de frases más o menos atractivas por lo novedoso peros lejos de un mínimo desarrollo de la idea, la que quedará librada a lo que cada ciudadano le ponga como contenido. Este sistema de exhibir solamente consignas no es otra cosa que sumar satisfechos con el candidato porque cada elector le llena el contenido que le resulta más apetecible al slogan o frase. Hay entonces una complementación entre candidato y elector. En realidad el candidato da una idea y cada uno la acomoda a su gusto. Por ejemplo se le dice vamos entregar vouchers a los estudiantes para que con dicho bono paguen el colegio que quieran. Los electores piensan de inmediato que pueden inscribir a sus hijos en el colegio más caro de doble escolaridad y con comida incluida; nada de ello será posible sino que, por el contrario, el voucher será acorde a la capacidad económica del solicitante y su grupo familiar y tendrá distinto valor y un monto máximo que jamás completará lo que el colegio mentalmente elegido exija como pago. Claro que si eso ocurre la culpa no será del candidato sino del elector que no razonó adecuadamente. Pero será tarde para lágrimas. El candidato dijo que la educación no será gratuita, entonces cabe preguntarse por qué el voucher remplazaría el costo actual que el Estado gasta en la educación gratuita. No es difícil darse cuenta que los que hoy no pagan por la educación van a tener que pagar; el gobierno le dará una partecita y el resto lo pagará la familia. Hasta hoy  funciona el método de no explicar cada slogan o frase, pero en la vida real no va a funcionar.

 Exijamos que los candidatos  expliquen claramente sobre cada una de sus propuestas, las frases o slogans son un engaño, tanto como decirle a un niño que Papá Noel le trae regalos. Seduce pero cuesta.

  

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