Fútbol
Es año de Mundial de Fútbol y no puedo evitar recordar y agradecer por tanto aprendizaje. Sabido es que Aries es “la radio” del Mundial, porque desde 1998 a esta parte, viene cubriendo periodísticamente todos, aunque la cobertura internacional no se restrinja al fútbol, deporte extendido como práctica cultural a escala mundial.
Ello exige que cualquier análisis de la globalización cultural deba aludir al fútbol, del mismo modo que cualquier estudio de la evolución reciente del fútbol debe aludir al fenómeno de la globalización.
Eso dicen los autores de la investigación titulada “El fútbol como deporte de la era de la globalización”, Ramón y David Llopis Goig, de la Universidad de Valencia, que refleja cómo el fútbol se ha masificado especialmente desde la década de los noventa, (Jacques, 1997), porque según el relativo consenso entre los sociólogos e historiadores del deporte, el fútbol es un fenómeno de la modernidad que acompaña al proceso de civilización y de racionalización de la violencia, porque se orienta a llevar hasta sus límites la potencia física y humana (Elías, 1986). Tras su nacimiento en Inglaterra, se produjo una amplia difusión a finales del siglo XIX, y en la década de los treinta, tras la celebración del Primer Mundial experimentó una gran penetración internacional. Estos autores quisieron mostrar cómo en la década de los años noventa, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación (fundamentalmente la televisión vía satélite) y con la incorporación a su práctica, de Estados Unidos y diversos países del continente africano y del Este asiático y Oceanía, se consagró como el deporte, por excelencia, de la era de la globalización. El fútbol como lenguaje global anterior a la actual ola globalizadora.
En su libro Deporte y Ocio en el proceso de civilización, (1986: 54), Elías se preguntaba por qué algunos deportes inicialmente ingleses como el fútbol fueron abrazados por muchas sociedades distintas en todo el mundo, mientras que, por ejemplo, el desarrollo del críquet quedaba confinado a un exclusivo círculo de países de la Comunidad Británica de Naciones. En el prefacio a ese mismo libro, Eric Dunning (1986: 14) se refería a la práctica ubicuidad del fútbol y recordaba lo dicho en 1966 por Laurence Kitchin cuando sugirió que “el fútbol es el único idioma mundial aparte de la ciencia” (Kitchin, 1966). A su vez, ese componente de “idioma universal” ha llevado a que se hable del fútbol como de un elemento constitutivo de las relaciones internacionales contemporáneas (Boniface, 1999). Según Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de Francia, no hay aspecto alguno de esas relaciones que no pueda ser aplicado al fútbol. Es decir, también se puede hablar de una geopolítica del fútbol y estudiar como éste ha conquistado el mundo.
No podría el fútbol haber conquistado el planeta sin la ayuda de los medios de comunicación. La televisión fue la gran propaladora, pero todos los medios que se sumaron, hicieron que el futbol sea parte de las vidas de millones de familias.
Aries integra esa vasta comunidad a la que une el fútbol y este año, no será la excepción: el Mundial estará en Salta a través de Aries y su prestigioso equipo que otra vez, se movilizará para contarnos cómo cambia el entorno de cada país cuando todos los esfuerzos y durante un mes, se dirigen al espectáculo. Por caso, así lo pudimos contrastar en Sudáfrica, entre una fachada deportiva y festiva, y la realidad cotidiana del pueblo. O antes, cuando la Copa Mundial de Clubes de la FIFA 2009 disputada en Emiratos Árabes Unidos, nos permitió ver desde el aire, cómo la opulenta Dubai dividía la ostentación de la pobreza, a través de un muro enorme. Uno que fácilmente, nos recordaba al tucumano Bussi, cuya policía expulsó en 1977 a las personas indigentes y literalmente, fueron “tiradas” en Catamarca.
Ni hablar de la sincronización alemana de 2006, en la que confirmamos que un pueblo herido por el nazismo, se levantó de los restos de una cultura minada por el odio y se convirtió en una sociedad “multiculti”, (como la llaman los latinos que eligen Berlín para vivir-), donde no solo por el Mundial de entonces las calles se vestían de colores y múltiples expresiones latinas y europeas, sino que se potenciaba la amabilidad de los anfitriones para recibir a visitantes de todo el planeta.
No íbamos solo por el deporte. No nos quedábamos solo con la competencia, sino que íbamos más allá: conocer cada país y sus costumbres, las ciudades anfitrionas y sus particularidades y especialmente, cómo se adaptaron aquellos argentinos que eligieron nuevos destinos para desarrollarse. Como el caso de una pareja entrerriana que en Berlín instaló Caminito, un negocio de productos argentinos para todos los gustos, pero que para esos dos hombres, significaba una nueva vida que en Paraná y a principios de los años dos mil, todavía no podían tener. No podían asumir en su tierra que tenían proyectos juntos y se amaban. O el caso de argentinas adaptadas a la cultura extremadamente machista de los Emiratos Árabes, donde Dubai aparecía en 2010 como el más avanzado, por haber modificado su Constitución y “permitido” que las mujeres condujeran vehículos. Claro, sin dejar la burka, que oculta el cuerpo y la cabeza por completo y solo deja una pequeña abertura de malla a la altura de los ojos.
Lo cierto es que el fútbol une y conocer más allá de la obvia disputa de los seleccionados nacionales, es un privilegio que reconozco y que además, me sigue dando lecciones sobre cómo a veces, se puede dejar de mirar el ombligo propio y aprender de todas las experiencias.
Dice Roberto Di Giano, en su libro “Futbol, poder y discriminación social” que “todo esto que nos dice el logotipo (de un mundial) pasa más por la venta de la apariencia, del artificio, que por el hecho de ligar el acontecimiento futbolístico con una valiosa historia, tejida con notables jugadores de cualidades muy singulares y cuyos logros se convirtieron en instrumentos de cohesión colectiva, de integración colectiva”. Y es que sí: el futbol une, y Aries también.
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