PUEBLO - Populismo - Populacho
El presidente RICARDO ALFONSIN transformó el Preámbulo de la Constitución Nacional en una oración cívica.
Él recitaba el Preámbulo, como rezando, con voz convincente, pero cuando mencionaba PUEBLO, su voz era un trueno. Y tenía razón en hacerlo así, pues el vocablo PUEBLO, hoy tan bastardeado, es mucho más que un cuerpo electoral. El PUEBLO es la NACION. Todos formamos parte de ella. Los buenos y los malos, los que votan y los que no votan, los nacidos en Argentina y los extranjeros que viven aquí, hombres y mujeres, ricos y pobres, empresarios y empleados. Son el PUEBLO los que viven en la calle, los desempleados, los pobres y los marginados.
El Preámbulo de la Constitución de Salta, expresa: ”Nos, los representantes del Pueblo de la Provincia de Salta,… reunidos en Convención Constituyente, ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución” Y en su artículo segundo establece:”…La soberanía reside en el Pueblo”
Y el Preámbulo de la Constitución Nacional afirma: “Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina…”. Obsérvese la identidad entre Pueblo y Nación.
En la Constitución de Estados Unidos, el Preámbulo comienza así: “Nos, el Pueblo de los Estados Unidos…”. Recordemos que la constitución norteamericana es el antecedente de la Constitución Argentina.
El preámbulo de la Constitución Francesa se inicia mencionando: ”El Pueblo Francés…” Y en su artículo Tercero sostiene que la soberanía de la Nación reside en el Pueblo.
Las Constituciones Provinciales siempre tienen de referencia al Pueblo. Y la más nueva, la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, comienza su Preámbulo de este modo: “Los representantes del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires…”
La Constitución Nacional, todas las provinciales y las constituciones de todos los estados que he estudiado, recalcan que la soberanía reside en el Pueblo. La voz PUEBLO adquiere de este modo una esencia sacra.
El Papa Francisco, instando a participar, nos decía que la política es servicio. Es muy preciso, pues los gobiernos deben estar al servicio del Pueblo.
Cuando un gobierno busca hacer realidad los preceptos constitucionales de acceso a una buena salud, a una adecuada educación pública, a la vivienda, a los servicios esenciales y el respeto a los derechos humanos, sólo cumple con su deber. Debemos agradecer una buena gestión, pero nunca sentirnos obligados.
En la actualidad se ha estandarizado la voz populismo, una grave deformación de los principios constitucionales. Servir al Pueblo no es populismo. Otorgar a los votantes, al padrón electoral, derechos irrazonables, no es populismo. Es clientelismo. El clientelismo es una deformación de la obligación de servicio de todos los políticos. Y cuando la política busca ser favorecida con los votos, engañando al Pueblo, haciéndole creer que los beneficios que se le otorgan en momentos electorales, es una concesión graciosa del Poder, cuándo en realidad es un derecho, ya no es clientelismo, es una canallada.
El Poder intenta captarse la buena voluntad del electorado, mediante el clientelismo, pero nunca puede hacerlo con el Pueblo que es un concepto mucho más abarcativo que el cuerpo electoral. Reitero: “El Pueblo es la Nación”. Por ello, en estas columnas nunca he utilizado la voz populismo y siempre la de clientelismo.
La democracia es el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, afirmaba Abraham Lincoln. Nunca debemos olvidar sus sabias palabras, que más de dos siglos después, retumban en nuestra conciencia.
El Pueblo, la Nación, no es sólo una unidad organizativa. Es una unidad de destino. Sin organización, sin objetivos, sin honestidad, moral y ética, no solo entre nosotros, sino principalmente en nuestros gobernantes, no somos Pueblo. Somos masa.
La desesperanza se está apoderando de nosotros y hemos comenzado a creer que la corrupción es un hecho de la naturaleza, que es genética, que todos robamos y que está bien hacerlo. ¿Quién no escucho como un elogio la frase “roba pero hace”? Comencemos pensando cuán honestos somos nosotros mismos. Si queremos corregir la corrupción de nuestros gobernantes, debemos empezar con corregirnos nosotros. No tenemos que permitir que la deshonestidad se introduzca en nuestros genes. Esto se logra culturalmente. Con una educación moral y ética desde nuestras casas y principalmente, desde la escuela primaria.
“Y los libres del mundo responden: al Gran Pueblo Argentino salud”. Seamos Pueblo. Hagamos honor a las palabras de nuestro himno, y además de Pueblo, seamos un Gran Pueblo. La gloria de nuestros ancestros, el sacrificio de Güemes y los salteños, nos reclaman no ser masa.
Los humildes deben aceptar lo que les brinda el poder. Pero siempre deben tener presente que lo que les dan, es mucho menos de aquello a lo que tienen derecho. Debemos ser agradecidos, pero no sumisos. Digamos gracias, pero preservemos nuestra conciencia. Así seremos Pueblo. Pero además seremos un gran Pueblo, con estudio, con trabajo y con esfuerzo.
Nos opongamos al uso del término populismo. La palabra Pueblo tiene algo de sagrado y el erróneo término populismo atenta contra su esencia. Y mucho menos admitamos usar la voz populacho, como identificación de la opinión y de la opción electoral de los más pobres.
Pueblo somos y seremos. Nunca masa.
Unidos y Organizados, una Argentina y una Salta más justa, es posible.
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