Esta guerra empezó hace 38 años, el 2 de abril de 1982, cuando soldados argentinos desembarcaron en las Islas Malvinas, ocupadas por los ingleses. Terminó el 14 de junio de ese año con la victoria británica, que anticipó la caída de la dictadura militar argentina que emprendió esta aventura y permitió el inicio de recuperación del Estado de derecho.

El conflicto generó la ruptura de relaciones diplomáticas, que se prolongó hasta 1990, año desde el cual se reanudaron para mantener un estatus que se sostiene como expectativa de recuperar los tres archipiélagos con sus aguas circundantes en el Atlántico Sur, que la Organización de las Naciones Unidas continúa considerando territorios en disputa. Esto es lo que llama la Cuestión de las Islas Malvinas, que debe ser un tema de dominio público y participativo desde el sostenimiento de un sentimiento, que es lo posible en estos tiempos. 

La disputa de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido por las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes lleva 183 años. Se inició el 3 de enero de 1833 cuando el Reino Unido, quebrando la integridad territorial argentina, ocupó ilegalmente las islas y expulsó a las autoridades argentinas, impidiendo su regreso así como la radicación de argentinos provenientes del territorio continental.

Así muestra la cuestión la Cancillería argentina, que relata la protesta que tenazmente lleva este país por los caminos de la diplomacia, ratificando su soberanía y afirmando que su recuperación, conforme el derecho internacional, constituye un objetivo permanente e irrenunciable. La extendida historia de esta lucha es considerada por las Naciones Unidas como un caso de descolonización colonial especial y particular,  donde subyace una disputa de soberanía y por ende, a diferencia de los casos coloniales tradicionales, no resulta aplicable el principio de libre determinación de los pueblos.

Tras la guerra de 1982, cuyos veteranos comparten hoy las dificultades de la vida argentina, Malvinas es  una política de Estado. Por ello es que fue una referencia en el discurso inaugural de la actual gestión de gobierno, que ratificó el propósito de potenciar el legítimo e imprescriptible reclamo por la soberanía sobre el territorio que es parte de la provincia de Tierra del Fuego,  por el único camino posible que es el de la paz y la diplomacia.

De este lado del conflicto hay un pueblo y un gobierno obligados a no cejar en el reclamo bajo el paraguas de la Resolución 2065 de Naciones Unidas, que exige la resolución pacífica del diferendo, sobre la base del diálogo. El último planteo formal data del 23 de enero pasado, cuando el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, enfatizó en la Mesa del Comité Especial de Descolonización del organismo internacional, que la Argentina considera inadmisible la persistencia del Reino Unido en desconocer el mandato de la Asamblea General y del Comité de Descolonización de retomar el diálogo. 

De ese lado, en territorio malvinense solo queda el Cementerio de Darwin como huella del paso de sus verdaderos dueños. Allí están los restos de combatientes manteniendo de alguna forma una bandera y una consigna. Todo lo demás es británico.

La tarea de este tiempo es honrar la memoria de quienes cayeron en la lucha. Todos los días.

Salta, 02 de abril de 2020