Revolución educativa
El educador Jaim Etcheverry recordó en su libro La Tragedia Educativa que: “En oportunidad de celebrarse el Centenario de la Revolución de mayo, 1910, poco tiempo después de dejar de ser Primer Ministro de Francia, nos visitó Georges Clemenceau quien, al regresar a su país, escribió: “He visto escuelas profesionales y escuelas primarias que podrían servir de modelo en otros países. Locales irreprochables y niños de una limpieza absoluta”.
Esa observación traducía el interés que por la educación tenía nuestra clase dirigente de entonces. Cuando, a fines del siglo XIX, ese grupo se propuso obstinadamente promover la educación para todos, lo hizo consciente del efecto que esa política tendría tanto para el desarrollo de la Argentina como para la conformación de una sociedad democrática. Preciso es recordar que, a comienzos del siglo XX, el 35% de la población argentina era analfabeta mientras que en España lo era el 59%, en Italia, el 48% y, en la mayoría de las naciones de América del Sur, entre el 60 y el 80%. Asimismo, en 1935 la Argentina destinaba el 31% de su presupuesto nacional a la educación, periodo en el que Canadá invertía el 29%, Alemania, el 27%, Chile, el 17% e Italia, el 9%.
A casi un siglo de distancia, permanecen como testimonios mudos de aquella epopeya los edificios monumentales que alojaron las escuelas de entonces. Esos mismos edificios que hoy ni siquiera estamos en condiciones de mantener. Precisamente, la magnificencia de esas escuelas pretendía señalar ante la sociedad la trascendencia que para su clase dirigente tenía la educación, grandiosidad que también contribuía a educar.”
Coincide la experta en educación CLAUDIA ROMERO, señalando que Sarmiento piensa y arma un sistema educativo donde no existía nada, ni edificios escolares, ni siquiera maestros. Lanza su proyecto sobre el desierto mismo. Hoy en 2023 estamos en un momento en el que hay que relanzar el proyecto de la escuela argentina. Del sistema educativo argentino del siglo XIX, que fue realmente poderoso, un faro en el mundo, no queda nada.
Para generar un cambio, dice la educadora, hay que aunar una cantidad enorme de voluntades: en la Argentina hay 14 millones de alumnos, un millón de docentes, millones de familias. “Es necesario que haya un sistema de estímulos e incentivos para la mejora de todos los niveles del gobierno escolar, desde el gobernador de una provincia hasta el director de una escuela. Así como hay que generar un sistema de información inteligente que permita identificar la calidad de cada escuela, en paralelo se necesita un sistema de incentivos hacia la mejora.
Hoy en Mayo 2023 AGUSTÍN SALVIA, director del OBSERVATORIO DE LA DEUDA SOCIAL DE LA UCA propone:
–Necesitamos una revolución educativa, científico-tecnológica y social, donde la inversión social no sea de transferencia de ingresos sino de inversión en desarrollo humano. Toda inversión que hagamos hoy en este terreno va a repercutir en 15 o 20 años (como le pasó a Sarmiento) Hay que dedicarse a formar una primera infancia altamente estimulada, mejor alimentada, con posibilidades de apego social y familiar. Eso implica, para los segmentos más pobres, centros de primera infancia de altísima calidad, jardines de infantes para segmentos medios y una escuela primaria de doble jornada para los segmentos más pobres. Con nivel de calidad profesional en los docentes, en el material educativo y de nuevas tecnologías. ESO ES UNA REVOLUCIÓN EDUCATIVA. Ya hemos perdido dos generaciones, vamos por una tercera si no hacemos algo. La generación de hoy, a la que hay que dedicarle todo, va a ser la Argentina de 2050. Al mismo tiempo tendríamos que producir una revolución científico-tecnológica entre quienes están cursando los estudios secundarios y terciarios. Estas escuelas, que son del ámbito provincial, tendrían que ponerse a disposición de reformas que apunten a salidas laborales que va a demandar el mercado de trabajo en un contexto de crecimiento económico.
Allí se juega la PATRIA hoy y la DEMOCRACIA también, porque es en la escuela donde se aprende a vivir en sociedad
“Una buena escuela es eso también: es el ingreso a la vida democrática. Una escuela que está en condiciones de ser habitada y donde todos los que ingresan puedan aprender en el tiempo establecido”
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