No es común que este tiempo, que marca el inicio de un nuevo Año Litúrgico católico, la cabeza de la Iglesia se encuentre fuera de Roma  y que aborde en sus mensajes cuestiones tan mundanas como la situación que generan los populismos, un mal que está afectando a esta y otras regiones del mundo.

El que concluye hoy es el trigésimo quinto viaje apostólico internacional de Francisco, que lo llevó a Nicosia, Atenas y Mitilene, en la Isla de Lesbos. Los especialistas en la gestión del Papa destacaron que fue un itinerario marcado por grandes temas, en especial los de la unidad de los cristianos y la acogida de los migrantes. Es así que al inicio de su viaje realizó una visita de cortesía a Su Beatitud Crisóstomo II, que el arzobispo ortodoxo de Chipre devolvió durante la única noche que Francisco transcurrió en Nicosia.

Pero lo que llamó la atención es su mensaje ante las autoridades y la sociedad civil en el Palacio Presidencial de Atenas. Fue un profundo alegato en favor de una democracia porque el Papa observa que se debilita en favor del auge de los nacionalismos y populismos en Europa y gran parte del mundo. “La democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes”, advirtió.

Su descripción de situaciones que atentan contra la sistema de convivencia organizada más difundida en el planeta, llevó al Sumo Pontífice a marcar que en diversas sociedades, “preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de escepticismo democrático”.  Ese escepticismo en relación a la democracia, según Francisco es provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia”. 

El mensaje, en un tiempo que la costumbre y las prácticas cotidianas han convertido en un lapso de paz y amor, fue  un llamado de atención a la dirigencia respecto de la búsqueda obsesiva de popularidad, la sed de visibilidad, la proclamación de promesas imposibles o la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas. Al populismo, en palabras del jerarca de la Iglesia Católica, se lo enfrenta con la buena política y la participación de todos. A su juicio “es una exigencia fundamental, no sólo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes”.

“La política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común”, es lo que aseguró  el Papa. Además, pidió que se dirija una atención particular, prioritaria, a las franjas más débiles, para que el bien sea realmente participado.

El retroceso de la democracia al que se refirió Francisco, cuando lo que se aguarda son los mensajes esperanzadores que inspira la cercanía de la Navidad, es una advertencia que no debe caer en saco roto. Es obligación de los referentes de los distintos sectores políticos abandonar cualquier intento de promoción del pensamiento único y corresponde a la ciudadanía participar activamente en la preservación de un sistema que se recuperó hace apenas 38 años.

Salta, 06 de diciembre de 2021